Como es sabido, durante la dictadura de Pinochet toda la fuerza de trabajo chilena fue empujada de una u otra manera por el Estado a cambiarse al sistema de AFP. Muy pocos lograron resistir las presiones y permanecer en el sistema público. A partir de 1981, todos los nuevos contratos obligatoriamente tuvieron que afiliarse al sistema de AFP.
A los que se afiliaban a las AFP se les prometieron mejores pensiones a cambio de contribuciones levemente menores. Treinta años más tarde, quiénes se cambiaron entonces han alcanzado edad de jubilar. Verifican ahora que sus pensiones AFP resultan por lo general del orden de la mitad de las que perciben sus compañeros de trabajo que lograron permanecer en el sistema público.
Las mujeres que jubilan a los 60 años descubren que han perdido el derecho a que el monto de su pensión se calcule utilizando la misma fórmula que los hombres cuando jubilan a los 65. En las AFP perciben pensiones a lo menos un tercio más bajas que los hombres con igual edad y fondo acumulado.
Incluso profesionales calificados que han cotizado sin fallar un solo mes y siempre por el tope descubren que sus pensiones resultan inferiores a la pensión máxima del sistema público a la cual habrían tenido derecho en caso de permanecer allí. En el caso de las mujeres que han cotizado sin lagunas y por el tope, sus pensiones resultan la mitad de la pensión pública tope a la cual habrían tenido derecho.
En el caso de los EEPP, esta situación general se agrava por el hecho que los bonos de reconocimiento y las cotizaciones enteradas por el fisco durante los años 1980 se calcularon por el sueldo base o poco más, que era mas o menos la mitad de su sueldo real. Esta situación empeora el daño general en su caso. Cabe consignar que esta situación afecta asimismo a los jubilados por el INP en esos años.
Todas las situaciones descritas, que afectan a millones de trabajadores y especialmente a todas las trabajadoras, se agravaron severamente con la crisis mundial en curso, que en el curso de un año ha significado que el 80% de los afiliados, que están en los fondos A,B y C, han perdido entre la mitad y un cuarto de sus fondos. El resto ha perdido un alrededor de un 15%, a excepción de unos pocos, menos del 1% del total, que tiene sus ahorros en el fondo E.
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